Nicolae y Elena Ceausescu gobernaron con puño de hierro Rumania por 25 años en tiempos de la guerra fría entre la Unión Soviética y Estados Unidos, su tiranía, igual que la de Daniel Ortega y Rosario Murillo se caracterízó por un excesivo culto a la personalidad de ambos y una represión de monstruosas proporciones.
La pareja se peleaba con la Unión Soviética, su mentor y con Estados Unidos, reprimió, asesinó y censuró a miles de rumanos con un afán megalómano de poder, dinero y perpetuarse en el poder, utilizó y despilfarró el erario del Pueblo rumano en sus excentricidades, incluido un lujoso y enorme Palacio Presidencial que dejaron a medio construir. La pareja de tiranos fue derrocada por un Golpe de Estado preparado por el mismo partido comunista con antelación a la revolución que los Ceausescu ordenaron reprimir a punta de balas.
Rumanía es una “isla” latina dentro de un océano eslavo en el que no siempre encuentra buen acomodo. Las diferencias lingüísticas y culturales con sus vecinos son notables. En las décadas de la Guerra Fría, el país convivió con los demás del bloque de satélites soviéticos, bajo los mismos principios comunistas que emanaban de Moscú, pero con destellos frecuentes de heterodoxia y hasta de rebeldía en su práctica.
Su líder histórico, Nicolae Ceausescu, el Conducator (“conductor”), calificativo en el que fundamentaba su autoridad, fue la clave de la que podría definirse como singularidad rumana.
De hecho, Rumanía fue el último país de su órbita geopolítica en deshacerse de la dictadura, después de Polonia, Hungría, la RDA (República Democrática Alemana), Checoslovaquia y Bulgaria. Es verdad que también acabaría siendo el más retrasado en la implantación y la consolidación de un sistema democrático y el que en los últimos días vivió una situación más agitada y sufrió el mayor número de víctimas.
La figura de Ceausescu, que polarizó la vida de Rumanía durante cerca de un cuarto de siglo,ha estado permanentemente unida a la de su mujer, Elena, con quien compartió el poder y, en el último día, hasta el paredón de fusilamiento.
Ascenso meteórico
Ceausescu pasó en poco tiempo de aprendiz de zapatero en su localidad natal, Scomicesti, a escalar puestos en el Partido Comunista. Compartió celda en un campo de concentración con Gheorghe Gheorghiu-Dej (en la imagen), futuro presidente de la República, y se convirtió en su protegido. En 1947, cuando los comunistas llegaron al poder, Ceausescu inició su ascenso en la formación. Ostentó distintos cargos en la estructura política del Estado y en pocos meses ya presidía el Consejo de Estado y el Consejo de Defensa, los máximos centros de gobierno. Foto: HIstory Museum of Romania.
La soberbia de los Ceausescu
La vanidad de Ceausescu corría a la par con la de su mujer, Elena (en la imagen, dcha.), que ostentaba el poder con su marido. Elena decoraba su currículo científico con premios y reconocimientos a menudo extranjeros, algunos inexistentes y otros comprados. Entretanto, Nicolae adoptó, casi como si se tratase de un apellido, la condición de “conducator”, conductor del pueblo. Entre los dos manejaban los asuntos públicos como si se tratase de la actividad doméstica, con la diferencia de que sus métodos de gobierno eran cada vez más duros. Foto: Wikimedia Commons / National History Museum of Romania.
El tercer rupturista
A mediados de los años sesenta, Ceausescu mantuvo la voluntad de independencia respecto de la URSS. El líder rumano se sumó a las críticas internacionales a la intervención soviética para atajar la Primavera de Praga de 1968 (en la imagen, su discurso). Durante mucho tiempo fue considerado el tercer rupturista (después del yugoslavo Tito y el albano Enver Hoxha) del monolitismo del bloque soviético. Nunca llegó a tal grado de desapego ni a romper relaciones con sus mentores de la URSS, pero las diferencias que marcó las supo explotar de cara al exterior. Foto: National History Museum of Romania.
La “esperanza” de Occidente
Su actitud fue valorada positivamente en el ámbito occidental, algunos dieron muestras de acercamiento al nuevo discrepante, iniciando relaciones y firmando acuerdos de cooperación. Muchos gobiernos veían con esperanza esta política, que prometía abrir una brecha en el monolitismo comunista. Dirigentes tan importantes como el presidente francés De Gaulle o el estadounidense Jimmy Carter (en la imagen, dcha.), por citar solo a los dos más significativos, hicieron elogios de la apertura iniciada por Rumanía.
La oveja negra
El acontecimiento más importante de su liderazgo fue quizá la visita que el presidente norteamericano Richard Nixon realizó en 1969 a Bucarest en su primer viaje a un país comunista. Poco después, el Conducator era recibido en Londres por Isabel II (en la imagen). Ceausescu se convirtió en el dirigente comunista más viajero, acompañado siempre de su esposa. Otra iniciativa que enfadó a los jerarcas soviéticos, para quienes nunca dejaba de ser la oveja negra escapada del redil, fue la visita que hizo a China en uno los momentos en que las relaciones entre Pekín y Moscú eran más tirantes. Foto: Romanian National Archives.
El megalómano
Los Ceausescu estaban decididos a aferrarse al poder absoluto. Los calificativos que recibía en los medios de comunicación rivalizaban en ridiculez: “Genio de los Cárpatos”, “Héroe del trabajo social”, “Personalidad excepcional del mundo contemporáneo”…
La cara más brutal
La vida política fuera del Partido Comunista (en la imagen, la sede del Comité Central) estaba prohibida y vigilada por la Securitate, una policía implacable. No se admitía ninguna crítica ni difusión de noticias que no fuesen elogiosas para el gobierno y su pareja dirigente. Foto: Wikimedia Commons / Sailko / CC BY-SA 3.0.
El día de la ira
A principios de diciembre de 1989, la policía política detuvo a un pastor luterano, lo que provocó un estallido de ira popular que fue respondido con una sangrienta represión. Ceausescu intentó salir al paso de las protestas convocando una manifestación de apoyo al régimen, pero en aquella ocasión no aplaudirían a un régimen impopular y cruel. La tensión degeneró en violencia y víctimas. Las revueltas con muertos y heridos se reprodujeron por todo el territorio nacional. Los propios militares enseguida se sumaron al derrocamiento del primer dirigente comunista obligado a huir por su propio pueblo.
“La historia me vengará”
En su huida, Ceausescu y su esposa llegaron a una base militar en la que fueron detenidos. Sometidos a un juicio sumarísimo, prácticamente sin un defensor, fueron condenados a muerte. La opinión internacional coincidió en que el juicio fue una pantomima. Atados de manos el día de Navidad, Nicolae y Elena fueron fusilados. Cuentan que cuando iban a dispararle, Ceausescu gritó: “¡Viva Rumanía socialista, libre e independiente! ¡La historia me vengará!”. Falleció en el acto. Tenía 71 años. Elena tardó en morir unos minutos y tuvieron que rematarla. Foto: Bundesarchiv Bild 183-1988-1117-026 / CC BY-SA 3.0.
La tumba secreta
El lugar en que habían sido enterrados se mantuvo en secreto varios años. Las nuevas autoridades temían que su sepulcro se convirtiese en un santuario para sus seguidores. Ello generó toda clase de especulaciones. Muchos llegaron a creer que estaban vivos, en algún exilio o tal vez en prisión. Finalmente, sus restos fueron exhumados, y las pruebas de ADN certificaron su identidad.
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