Rumanía es una “isla” latina dentro de un océano eslavo en el que no siempre encuentra buen acomodo. Las diferencias lingüísticas y culturales con sus vecinos son notables. En las décadas de la Guerra Fría, el país convivió con los demás del bloque de satélites soviéticos, bajo los mismos principios comunistas que emanaban de Moscú, pero con destellos frecuentes de heterodoxia y hasta de rebeldía en su práctica.

Su líder histórico, Nicolae Ceausescu, el Conducator (“conductor”), calificativo en el que fundamentaba su autoridad, fue la clave de la que podría definirse como singularidad rumana.

De hecho, Rumanía fue el último país de su órbita geopolítica en deshacerse de la dictadura, después de Polonia, Hungría, la RDA (República Democrática Alemana), Checoslovaquia y Bulgaria. Es verdad que también acabaría siendo el más retrasado en la implantación y la consolidación de un sistema democrático y el que en los últimos días vivió una situación más agitada y sufrió el mayor número de víctimas.

La figura de Ceausescu, que polarizó la vida de Rumanía durante cerca de un cuarto de siglo,ha estado permanentemente unida a la de su mujer, Elena, con quien compartió el poder y, en el último día, hasta el paredón de fusilamiento.

Ascenso meteórico

Ceausescu pasó en poco tiempo de aprendiz de zapatero en su localidad natal, Scomicesti, a escalar puestos en el Partido Comunista. Compartió celda en un campo de concentración con Gheorghe Gheorghiu-Dej (en la imagen), futuro presidente de la República, y se convirtió en su protegido. En 1947, cuando los comunistas llegaron al poder, Ceausescu inició su ascenso en la formación. Ostentó distintos cargos en la estructura política del Estado y en pocos meses ya presidía el Consejo de Estado y el Consejo de Defensa, los máximos centros de gobierno. Foto: HIstory Museum of Romania.

nicolae ceausescu los delirios de un

 

La soberbia de los Ceausescu

La vanidad de Ceausescu corría a la par con la de su mujer, Elena (en la imagen, dcha.), que ostentaba el poder con su marido. Elena decoraba su currículo científico con premios y reconocimientos a menudo extranjeros, algunos inexistentes y otros comprados. Entretanto, Nicolae adoptó, casi como si se tratase de un apellido, la condición de “conducator”, conductor del pueblo. Entre los dos manejaban los asuntos públicos como si se tratase de la actividad doméstica, con la diferencia de que sus métodos de gobierno eran cada vez más duros. Foto: Wikimedia Commons / National History Museum of Romania.

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El tercer rupturista

A mediados de los años sesenta, Ceausescu mantuvo la voluntad de independencia respecto de la URSS. El líder rumano se sumó a las críticas internacionales a la intervención soviética para atajar la Primavera de Praga de 1968 (en la imagen, su discurso). Durante mucho tiempo fue considerado el tercer rupturista (después del yugoslavo Tito y el albano Enver Hoxha) del monolitismo del bloque soviético. Nunca llegó a tal grado de desapego ni a romper relaciones con sus mentores de la URSS, pero las diferencias que marcó las supo explotar de cara al exterior. Foto: National History Museum of Romania.

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La “esperanza” de Occidente

Su actitud fue valorada positivamente en el ámbito occidental, algunos dieron muestras de acercamiento al nuevo discrepante, iniciando relaciones y firmando acuerdos de cooperación. Muchos gobiernos veían con esperanza esta política, que prometía abrir una brecha en el monolitismo comunista. Dirigentes tan importantes como el presidente francés De Gaulle o el estadounidense Jimmy Carter (en la imagen, dcha.), por citar solo a los dos más significativos, hicieron elogios de la apertura iniciada por Rumanía.